Nieve aterciopelada
en tu piel que se dibuja,
como pequeñas escamas,
el sentir de mis manos
en cada caricia sobre tu cuerpo,
mujer de magia celeste plomizo

de aquel inolvidable domingo
y su lluvia sobre el zinc
de la vieja habitación
donde intentamos, sin saberlo,
perder el control ...
y lo logramos.
Cuando mojados de sublimes caricias
comenzamos a amarnos...
por primera vez.
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