y a lo lejos alaridos
de la vieja estación.
Vías muertas y el zumbido,
que mueve de risas el fantasma del tren.
Se fue . . .

por el viejo terraplén.
Juntando voces viajeras
que el tiempo,
entre sucios durmientes,
secó debajo
de los rieles perfumados
del barrio.
La niña murió en la noche
y el poeta la lloró,
entre rosas, jazmines,
chocolates y un suave...
y gris algodón.
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