sábado, 4 de octubre de 2025


 El 20 de julio de 1925, un grupo de chicos de Villa Urquiza, liderados por Félix Zugasti, se reunió en una casa de la calle Colodrero para dar forma a un sueño, fundar un club propio. Inspirados por una proclama de la revista española Pinocho, bautizaron a la flamante institución con ese nombre entrañable, que pronto se volvió símbolo de barrio, amistad y pertenencia.
Los primeros tiempos fueron modestos; básquet, vóley y bochas animaban las tardes en aquellas instalaciones iniciales. 
El escudo, con la figura de Pinocho pateando una pelota, marcaba la identidad del club que nacía con un fuerte espíritu social, abierto a todos, pero con una condición pintoresca, saber contar el cuento de “Las aventuras de Pinocho”.
Con los años, el club creció, sumó deportes, actividades y sobre todo gente. Y aunque su historia lo ligó a muchas disciplinas, fue el futsal el que le dio trascendencia mundial. 
Desde su incorporación en 1999, Pinocho se transformó en potencia, 14 títulos de Primera División, récords impresionantes como un invicto de 111 partidos, tricampeonatos y una inolvidable nonacampeonato entre 2005 y 2011. Llegó a la Copa Libertadores en cuatro ocasiones y en 2007, la marca Umbro lo reconoció como el mejor equipo de futsal del mundo.
Esa tradición ganadora sigue viva, Pinocho es semillero de cracks que visten la camiseta de la Selección Argentina, como Fernando Wilhelm, Maximiliano Rescia y Alamiro Vaporaki, campeones mundiales en 2016, o los más jóvenes que en 2023 fueron protagonistas del título sudamericano Sub-17 en Paraguay.
Pero Pinocho es mucho más que sus estrellas deportivas.
Es también el recuerdo de los bailes de carnaval, que reunían a generaciones enteras en noches de alegría. 
Es la memoria de los recitales que hicieron vibrar su escenario: Alma y Vida, Pappo, Litto Nebbia y tantos otros que pasaron por allí cuando el rock argentino daba sus primeros pasos. Es el lugar donde se compartieron meriendas, abrazos, festejos y hasta desencuentros, como ese clásico barrial con 17 de Agosto que todavía divide pasiones entre Urquiza y Pueyrredón.
Hoy, además del futsal y el básquet, el club ofrece patín, vóley, natación, taekwondo, krav maga, ajedrez, gimnasia y muchas actividades más. 
Su estadio de futsal, que lleva el nombre de Don Ernesto Magriarella, y la estatua de Eduardo Olmedo recuerdan a quienes dejaron huella en esta historia.
Con casi un siglo de vida, Pinocho es la prueba de que un club puede ser grande no solo por sus trofeos, sino por su gente, por la capacidad de reinventarse, por el amor de sus socios y por el latido constante de un barrio que lo siente suyo.
Un lugar donde se cruzan el eco de los carnavales, la música de aquellos recitales, el grito de gol en la cancha y la esperanza de seguir creciendo.
Porque Pinocho es, y seguirá siendo, un club de barrio con corazón universal.

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