mirándonos en silencio,
el sol fue el único testigo

reflejándose en el espejo
de la azulada pared,
entre brazos los abrazos
y entre labios, nuestros besos
sin decir una sola palabra,
nos entregamos en vida
como nunca antes había sucedido.
El tren partió a las veintidós,
y en cada atardecer,
llega un te amo,
rodeado de gorriones
en mi ventana, con el silencio
de la luna, y el mensaje del sol,
escrito con las primeras estrellas
en la noche, donde a distancia
seguramente me piensas,
como lo hago a diario con vos.
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