Hay lentas caricias
como lujuriosas odaliscas
y se deleitan en la espléndida firmeza
de lo que ante el húmedo tacto
despierta en armonía.
Mancebas del goce
se entregan al encanto del placer
circundando a su paso
con la ingravidez de los dedos
en la exaltación de la piel
que absorbe lentejuelas cristalinas
derramadas como fortuna
sobre las manos llenas.
Agradecida satisfacción
que deriva en la calma
ante la plenitud
de las emociones liberadas.
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