La una de la madrugada, la una del día que comienza, la una del domingo. En una hora más, caminaré debajo de las espesas nubes de la noche, tal vez con una suave llovizna, pues las estrellas y la luna ocultas hoy no me dejarán saborear su belleza. Caminaré como casi todos los sábados, hoy con más frío, tal vez, pero sé que llegaré como siempre a la esquina de siempre y seguramente a las mesas de siempre, donde poco a poco nos iremos reuniendo como todos, los sábados de siempre desde hace 7 años. Allí, el café nos irá reuniendo minuto tras minuto, seremos dos o tres primero, luego cuatro, pero finalmente los cinco estaremos.

Me preguntarán por mis hijos, seguramente, preguntaré por los de ellos . . . y comenzaremos a arreglar el país, a desarreglar nuestras vidas con las opiniones vertidas y a recordar tantas cosas de años pasados que, entre risas, lágrimas, cuentos y anécdotas revividas, matizarán la llegada del café con leche, con las recién horneadas medialunas de las seis.
Compraremos el diario una vez más, como de costumbre y seguramente cerca de las siete ya con el sol, seguramente detrás de algunas nubes, nos despediremos como cada domingo por la mañana hasta dentro de una semana más o menos, a la misma hora, donde tal vez yo llegue último como me ha sucedido, o primero como calculo hoy. Luego dormiré para esperar volver a compartir con ella una tarde, noche de domingo o no, pero la mesa del café, con los amigos, siempre estará, estén ellas o no, nosotros estaremos siempre con un poco de alegría, a veces mucha nostalgia y lágrimas otras, pero sabiendo que los amigos siempre estuvieron, están y estaremos siempre, porque dimos un día la palabra y eso bastó, por eso buenas noches, nos vemos en cualquier momento He de cumplir con mi palabra y con mis amigos, chau.