El viento de otoño llevó consigo
el mensaje que tus ojos
intentaban transmitir.
Tus palabras, en cambio,
se perdieron en un laberinto
de recuerdos tristes.
Pero al final de ese tortuoso camino,
estuve allí, esperándote.
No para buscar respuestas
o palabras precisas,
si no para abrazarte
en el silencio de la noche,
donde las emociones se expresan
sin necesidad de expresiones verbales.
Después de un profundo respiro,
la realidad se convirtió
en un abrazo reparador y eterno.
Ahí, en medio de la oscuridad,
volviste a sonreír.
Tus pasos recorrieron las calles
de nuestro barrio con la felicidad
pintada en tus labios.
Pero fue en aquella noche,
cuando la lluvia comenzó
a borrar los rastros del pasado,
que te abrazaste a la almohada y,
entre sueños, recordaste
que en mis brazos el día tiene otro matiz
y las lágrimas pueden ser lágrimas de alegría.
Nuestro amor es un refugio que brinda
consuelo en las noches más sombrías
y nos recuerda que juntos
podemos superar cualquier tormenta.
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