jamón en pequeños trozos,
y esos tomates triturados
hicieron de aquella salsa

del único sol de noche de la casa.
El río venía caudaloso de
aguas arriba, troncos y mugre
se enganchaban arrastrando
lo menos pensado, entre desidia,
viento caluroso y leve, las nubes
corrían a gran velocidad,
y el último plato de tallarines
quedo sobre la mesa a oscuras.
En el muelle la soledad
de la oscuridad hizo en un tras pie
la última palabra, y a partir
de aquella noche romántica
me dejo solo en la neblina del río
para siempre en las poéticas
noches del tigre, río adentro.
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