La noche trajo
su caudal de oscuridad.
Fue larga la tarde de verano,
llena de dulces caricias,
habladas en bemol,
entre nuestros cuerpos
entregados al diálogo.
La lluvia tenue de palabras
y el reflejo de las olas
mostrando la imponente furia
del borracho mar.
Sobre la arena, tú y yo,
solos con la historia,
decidiendo con la mente,
respetándonos.
Azules tus pezones
sobre mi pecho,
amarillos los labios húmedos,
y celeste las lágrimas
del arco iris,
que juntos formamos, unidos
en el eclipse más maravilloso
del encuentro de las almas,
prometiéndose solo
dialogar siempre,
como el acto sexual
más importante entre ambos,
y para toda la vida.
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