Después del largo viaje
de los casi
dos mil kilómetros recorridos,
tu cuerpo descansa,
tendido en el sillón
del viejo comedor.
Frente a ti,
observo tu descanso,
contemplo tu profunda
respiración de cansancio
y el silencio del amanecer
con la música de lluvia
sobre la mañana
se despidió de ti,
por un tiempo.
Hoy los almohadones
conservan tu perfume
y recostado en el mismo sillón
te recuerdo única,
como siempre,
íntegra y mujer,
como nunca imagino encontrarte,
pero feliz de conocerte
y esperándote,
como tú ya lo sabes.
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