el sudor pegajoso de enero;
las calles duermen inquietas
y la madrugada se acerca.
Transito el barrio dormido

pues al buscarte en la memoria
estás a mi lado,
sentada en la vieja esquina,
en la butaca o en el tema
que en el auto escucho
una y otra vez,
mirándote a los ojos.
Tú duermes desnuda
entre las sábanas celestes
de la habitación,
la ventana abierta deja entrar
el perfume pesado
del caluroso verano.
Tu hermoso cabello mojado,
se confunde en la noche
y giras una vez más.
Te pienso,
recuesto mi espalda
sobre la cama,
me piensas y vuelves a girar.
Intentemos dormir,
ya es demasiado tarde.
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