sobre el parabrisas,
que anunciaban la tormenta,
tenue y frágil te encontré.

dibujó con agua tu rostro,
tu nombre, tu soledad.
Te busqué en los rincones
y, en plena tormenta,
febrero se transformó
en un aluvión de pensamientos
y la angustia flotó
por las calles.
Entonces grité tu nombre,
en la soledad de la inundación,
pero ya no me escuchaste.
Ahora tu cuerpo descansa
en la tediosa noche,
envuelto en la intensidad
del calor de febrero,
que a diario dibuja el sol,
sobre nosotros.
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