Dejó la ciudad aquella noche sin luna
y vino a buscar quién sabe que,pero aquí se quedó, entre juncos
dibujando en poesías su nombre, con acuarelas
pinto historias sobre láminas en el viejo
arrumbado atril de pino salvaje,
y cada anochecer, le contó en verso
a la luna, su amor por ella, hasta que una madrugada
la olvido en creciente, cuando entendió
en las aguas del Carapachay que el amor
estaba ahí, en ese ir y venir de las aguas,
el verde de su vegetación y el canto libre
de todos los pájaros que hacen del delta,
que el amor incondicional está
en la sonrisa del viento que lleva las nubes
y trae el perfume de la libertad, en el abrazo
sincero de la amistad, la palabra sin rebusques
de un amigo, el rostro de un hijo
y en la complicidad del corazón cuando
le dice al cerebro que nos deje volar,
porque sabe que pronto volveremos
a la magia de la realidad, a escribir en fantasía
un nuevo día, donde soñar será la prioridad
para seguir adelante como el agua del río.
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