el perfume de azahares y el alto parral del pasillo,
los sillones de mimbre, la mesa de granito,

Mis abuelos, donde la infancia se jugó con la puerta
roja sin llave, y la siesta descubre la magia de
cuentos inolvidables, el silbido del tren,
la esquina, el umbral y el buzón donde apagamos
las penas allá lejos, todo pasó aquí, en el barrio,
donde mis abuelos me vieron crecer y hoy,
el tiempo se lo lleva todo tan rápido, como olvidar
llegar a ser como somos,
es la utopía de no querer reconocernos.
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