Detrás de los cristales
la lluvia castiga el barrio.
Entre truenos y relámpagos
el domingo acuesta la tarde.
En la siesta del sol escondido,
la noche se adelanta
oscureciendo el cielo oculto
y, otra vez, vuelve a roncar,
haciendo vibrar la tarde.
Y en la soledad tu nombre
resuena en ecos perdidos
bajo la lluvia que moja las hojas
con letras que se diluyen
buscando cómo llamarte.
Por las calles, suena una melodía
y llega tu recuerdo,
entonces el adiós se va
con el paso del tren,
con el silbato sórdido y repetido
del último tango
sobre la estación de mi barrio.
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