de la pista encerada y luminosa
de la vieja pinotea;

al compás del dos por cuatro,
se cruzó del candombe
al ritmo habanero
en la noche serena.
La luna se escondió
ante tanta belleza de piernas,
tus empeines rígidos y furiosos
marcaron el ritmo, y esa madrugada,
enmudeció la noche
y, al tajo marcado,
sonó el bandoneón,
en la última madrugada
de un tango llorón.
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