por la misma manzana
del centro del barrio.
Te muestras y te escondes
en menos de lo que suspiro
y una y otra vez, repites

a lo desconocido.
En el filo de las sensaciones
ocultas de la noche,
el barrio duerme
y tú caminas
tras las sombras del día,
una y otra vez,
ocultando tu rostro.
Pasó el último tren,
el barrio duerme,
entretanto, yo te escribo;
en pocas horas el sol bañará las vías
con el silbido del primer vagón
y, en minutos, quedaré dormido
esperando el mediodía.
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