Empapados, preparé café,
mientras vos, buscabas los pocillos.
Llovía como nunca
en lo que iba del invierno.
Te tomé por la espalda
y dejé a un lado la vieja cafetera.
Preferí tu piel a las toallas,
y empapados caímos en la cama,
nuestras bocas encendieron
el resto de nuestros cuerpos
y una travesura de ambos
nos hizo conscientes
de morder el espanto
de las nuevas consecuencias.
Llueve, calentemos el café,
la noche recién comienza.
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