Llega a toda prisa,
como la resaca del mar,
quiere entrar en su vida
como un huracán darle fuerza
para seguir adelante.
Su abrazo de aire corta su piel,
como un intruso que quiere conquistar
Lo siente y lo reconoce.
Cierra los ojos, deja que se meta
en su corazón, tan adentro,
que se vuelve pétrea, entonces se calma,
por fin puede respirar.
El viento azota su rostro,
la luz de la razón la deslumbra
como si le revelara
qué juntos podrán vencer a la oscuridad.
Porque es inevitable torcer el destino,
y el mismo los reunió
en un aquelarre de letras.
Allá donde el barrio se sostiene del viento
para no caerse de la avenida de circunvalación.
Siempre es un placer visitarte Osvaldo.
ResponderEliminarUn abrazo.