Bajo el atardecer de terciopelo,
la tarde se despidió en compañía de nubes danzantes.
El viento, como un cómplice silencioso,
llevaba consigo la esencia de la soledad,
ordenados en el rincón del pensamiento.
En medio de historias compartidas por una voz invisible,
se entreveía una sonrisa oculta tras la pantalla.
La imaginación, prisionera del encierro,
se rebelaba con susurros de amigos ausentes
y paisajes que solo existían en el recuerdo.
Un viaje, la promesa de una playa, un paseo;
sin embargo, el temor se alzaba como una sombra omnipresente.
El miedo, disfrazado con cientos de palabras,
encerraba en su núcleo la esencia misma de la vida.
Siempre acechante, impregnaba las acciones
con prejuicios y limitaba el accionar,
convirtiendo la realidad en una cárcel de temores.
Entre las líneas, se vislumbraba la lucha
entre la seguridad virtual y la valentía de ser protagonista en la vida real.
Una dualidad que se manifestaba en cada palabra,
recordándonos que, a veces, la pantalla
es solo un velo tras el cual se esconde
el desafío de vivir plenamente el hoy.
Siempre nos traes bellas letras, que son un placer leerlas.
ResponderEliminarUn abrazo.