baña tu rostro
en las sombras del verano,
oscuras cejas, finas pestañas

de media tarde sobre el médano,
tu cuerpo brilla y, la sombra,
deja aureolas de loca fantasía,
entre vuelos de gaviotas
y el leve viento del oeste.
Única, sirena de la costa,
mis brazos te nombran,
mis ojos juguetean
sobre tu sonrisa
y, de tu mano,
el camino al agua salada
se abre como sinfonía
inconclusa del verano,
entre las flores del mar
que dibujan tu nombre
sobre las olas, que te llaman,
en la vieja rompiente
del roto espigón
.
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