VEINTE Y VEINTE. *

Mar del Plata, tarde de mucho viento y lluvia, pasando el faro camino a Miramar, un auto estacionado frente al mar sobre el verde pasto a metros de la ruta.

La trompa mirando el mar, y delante los altos acantilados y la fuerte lluvia que pega en el parabrisas como castigándolo.

Se comenzaron a empañar los vidrios, y el mar se desdibujó hasta encender el desempañador, ella miraba fijo el horizonte, ahí donde la línea del mar se confunde con las espesas nubes, en un nudo de sensaciones confusas entre el clima y visibilidad, el limpiaparabrisas iba y venía sin cesar, al igual que su mente que no encontraba el equilibrio justo entre cabeza y corazón.

Él la miraba fijamente, comprendiéndolo todo, en medio del silencio de palabras y el sonido del viento. La radio anunciaba más tormenta, más de cien milímetros ya se acumularon desde las cero horas del día de hoy.

Comienza a  anochecer, ella lo mira a los ojos y comienza a besarlo apasionadamente, él se afloja y se deja llevar por sus besos y sus manos hasta quedarse casi desnudo, al igual que ella que saca de la campera apoyada en el asiento trasero unas esposas, mientras él la besa apasionadamente con los ojos cerrados.

Velozmente, esposa su muñeca al volante y baja del auto, corriendo totalmente desnuda.

En décimas de segundo él la ve tirarse desde el alto acantilado y entra en un terrible pánico enloquecedor, pero intenta llegar al celular y llamar a la policía.

A las veinte y veinte llegó el patrullero, a él, lo están indagando, mañana con el amanecer, probablemente sepamos algo de ella, mientras en Mar del Plata sigue lloviendo torrencialmente, y el faro sigue girando una y otra vez como único testigo del desconcierto