y el río desnudo en la noche de abril,
la luna escondida tras aquellos sauces o detrás
de viejo tinglado del aserradero,
ya paso la última lancha camino al centro del pueblo.
En el mulle sentado a centímetros del agua,
el mate es mi único compañero,
a lo lejos todavía escucho tu voz
llamándome a gritos, la imagen del bote

y el ruido de silencio se agudiza
cada anoche en el delta, donde me quedaré
hasta el último de mis días
para volver a encontrarnos, como aquella noche
sin luna donde todo fue tan hermoso
que hasta los álamos festejaron nuestro encuentro,
con el perfume del río y la sonrisa de las hortensias
que nuestro paso danzaron la primera primavera
aquel veinte del mes a las cuatro y cuarenta.
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