Atrás dejé las estrellas
y el sol de costado
comenzó a iluminarme,
el ripio saltaba, la cordillera
comenzó a acompañarme
subiendo iluminada
de hielos y sombras,
luego el pavimento
me dio el descanso
y la temperatura agradable
corrió por mis venas
entre valles y montañas,
el desierto interminable
de la soledad
y el grito del viento
seguía el rumbo
cruzando de este a oeste
mi largo camino,
descansé y el paraje
con mi nombre
me dio su abrigo,
la cuarenta, en medio
del inmenso territorio
donde el sol, las nubes y yo
jugamos el truco cada noche
antes de acostarnos,
para hacer el amor
con la luna.
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