domingo, 8 de julio de 1979

Picaíedras 1979.

Como casi todas las noches de viernes lentamente me acerque, veintiuna y treinta era la cita,  Alberto me llamó mientras cenaba, diciéndome que, como siempre, allí estaría. 
El frío penetraba por los pantalones terriblemente, pero son apenas seis cuadras, eran las que me separaba de la avenida, doblé en Manzanares para cortar camino y entré por la cocina bromeándolos, una vez más.
 Adolfo el encargado de la pizzería, punto de reunión previa a la salida de más de uno del barrio, se sonrió y enseguida comenzamos a charlar de Platense y de cosas sueltas, tus amigos hoy no aportan, decía sonriendo, es temprano.
Pero apareció Claudio tocando su bocina musical y tras él, la cupe de Alberto roncando, aceleraba a fondo cortando el escape, todos nos dimos vuelta como siempre, el viejo Francisco y Chona en la mesa de la punta, detrás de la puerta como todas las noches seguían discutiendo temas de barrio. 
Me senté a tomar el inefable café con los amigos antes de la partida, Rigueti el mozo de los Picapiedras, enseguida acotó, yo no los atiendo ¡¡¡¡vayan para el sector de Daniel!
Pero entre broma y broma, aflojo sabiendo que otra mesa no había y trajo los cafés, aclaro: dijo en voz fuerte, ¡si empiezan a jorobar con las servilletas encendidas los rajo!, nos advirtió, el que avisa no traiciona, así que basta de conos de servilleta volando, no quedó otra que jugar solo a la moneda con el pucho y al que se le caiga, paga la vuelta.
Pablo no apareció, eran ya las 22,30, decidimos partir, total Adolfo sabía dónde estaríamos,si pasa le avisará. Nosotros le dejamos el aviso en la posta, o sea la confianza del cajero, un amigo de las noches del barrio.
Setter nos esperaba, pero al viejo Giménez se le ocurrió pararme antes de salir, ahí conversando sobre las actividades de la unión de comerciantes mientras me tiraba de la barba como de costumbre, perdí varios minutos, mañana es el día de la primavera, me decía, tenemos el acto en el parque ¡¡anda a dormir!!,  si no mañana…, me fui.
Mañana en el parque, debería una vez más hacer la locución del acto de la primavera, pero no era solo yo, en la comisión somos varios y ya le avisé al despertador que me levante a las 6, chau Francisco, le grité al viejo y me subí a la cupé que arando giro en la avenida para hacer una vez más enojar a la cana de la famosa esquina de Manzanares y del Tejar.
Nos fuimos corriendo como siempre y conversando de auto a auto, Claudio y Pablo que llegó justo cuando salíamos y Alberto y yo en el Chevy que hablaba el pobre en cada acelerada, como siempre, el último en llegar pagaba la vuelta.
Llegamos primeros esta vez, la barra colmada, pero nos fuimos haciendo el lugar cerca de la canasta de papas fritas,  llegaron los whiskys y comenzó la conversación,  los cuatro como siempre instalados, a ver qué había de nuevo, mientras ya en Setter no entraba ni una mosca, hasta en la escalera se instaló gente a conversar, después de no sé cuánto tiempo, si de dos medidas, de repente, la vi bajar.
Miren, eso les dije, nadie me prestó atención, miré, miró, sonrió .....
Le hice señas a Alberto, tomé el vaso y me acerqué, nos miramos fijamente, y comenzamos a reírnos, la invité a salir al jardín, aceptó y la noche se convirtió en un cuento de hadas maravilloso, los dos queríamos ver el río, los dos un montón de cosas, los dos nos mirábamos y reíamos, le pedí que me esperara junto a Alberto, previa presentación entre ambos y Claudio me llevó rápidamente a la puerta de casa a buscar el auto. Rezongando  una vez más, por no haber ido cada uno con su auto y tener que hacer este viaje más de una vez, perdiéndose la oportunidad por dicho trámite en varios ocasiones, volví a su encuentro rápidamente, estaba de charla con Alberto, nos quedamos conversando un rato y partimos Olleros al bajo, buscando el río. 
La primavera comenzaba bien y la costanera nos albergó hasta la salida del sol, allá muy lejos sus rayos se esforzaban por vernos dentro del auto, decidimos partir y volvernos a ver esa misma noche, llegué a la puerta de su casa velozmente, me esperaban en el parque, bajó, la saludé  y quedamos en hablarnos más tarde, números de teléfono intercambiados rápidamente en aquella servilleta que aún conservo.
De San Fernando a Saavedra en minutos, un baño y al parque, Feliz primavera para todos comencé diciendo tras la locución de aquel acto, uno más, de todos los años festejando la primavera en el barrio y en el parque, premios, grupos musicales, carrozas,  globos,  competencias y mucha alegría, regalo de flores, suelta de palomas y muchas cosas lindas más,
Llegó el anochecer, terminó todo y volví a casa, a llamarla!!! O a ver si ella había llamado.
El número no correspondía a nadie con ese nombre cuando marque los siete números, y a casa nadie había llamado.
Volví a Setter más de una vez, muchísimas, hasta el día de su cierre, nadie supo decirme nada sobre ella, éramos muchos, nos conocíamos casi todos, pero nadie recordó haberla visto antes de ese día, tal vez fue un sueño o el efecto del alcohol,  pero esa noche, festejo de primavera, conocí la mujer más linda del mundo, que nunca mas vi ni vieron,pero eso se los cuento otro día, a hora me esperan en los Picapiedras, mis amigos de siempre, con el café de todos los días y vemos que pasa hoy.

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