la ruta nos acompañó.
Pasaron los pueblos
y la charla fue, cada vez,
más majestuosa.
Los puentes nos guiñaban el paso,
el verde reía a nuestro andar.
Al costado, a lo lejos,
el río nos encontró
juntos por segunda vez.
Calló su andar para escucharnos
y nos dejó libres.
Al regreso comprendió
que detrás de los cristales
la historia comenzaba a tomar forma.
Nos sonrió la luna
y la ruta volvió a acompañarnos,
celosa e inquieta,
por no poder escuchar
qué pasaba detrás de esa sombra
que circulaba,
escapando del pasado.
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