que provoca la soledad
son precipicios del alma,
y ahí . . .

se tornan interminables
y el sol de la tarde se esconde
en viejos roperos de angustia,
nos buscamos, sin encontrarnos,
sin vernos ni mirarnos,
pero . . . algún día,
nuestros ojos se cruzarán
y las puertas y ventanas
se abrirán a la vida encerrada...
que aún merecemos conocer.
Para compartir
y vivir de la mano
y con la sonrisa esperada
que buscamos hoy...
sin respuesta.
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