Los ángulos rectos
marcan la fría habitación,
tan fría como la soledad
de un domingo, a la tarde.
Ese momento en que, lentamente,
se retira el sol y silencian las mentes,
acusando vacíos de inmenso dolor.
El silencio se profundiza
cuando los teléfonos no suenan,
los correos se silencian
y se ahogan las horas.
Mientras, seguramente,
los parques se regocijan
del disfrute de chicos y grandes
de una tarde más.
Los domingos, en soledad,
duelen y arden,
y el letargo del lento segundero,
se hace
inalterablemente imperfecto...
esperándote.
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Lo canta Abel Pintos, tengo tarde de domingo....si quieres pasa adentro
ResponderEliminarSaludos