acuné la luna,
mientras miles de estrellas
susurran lentamente tu nombre,
solo para mí y,
justo antes

las olas gritaron
su golpe en el acantilado
despertando tus bellos ojos,
mujer de los días corridos,
descansando en mis brazos.
Amaneció el día
y el sueño se hizo realidad
terminando el último
pabilo de las velas
ante tu cuerpo desnudo,
al alba entre mis brazos.
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