La lluvia de la tarde desciende sobre Buenos Aires
como un tacto que reconoce tu piel,
gota por gota despertando la luz
que duerme en cada espacio de tu cuerpo.
El silencio se abre cuando te recuestas,
y en la siesta tibia, tu respiración
se vuelve un brillo suave,
una claridad que nace del deseo
como un sol íntimo encendiéndose por dentro.
Los truenos dispersos te trazan en sombras,
dibujan tu silueta lenta y profunda,
que la noche busca con sed,
que el día sueña con recordar.
Pétalo ardiente de la vida,
mujer que danza entre hilos y colores,
tu cuerpo es un espacio de calma,
una luz que se abre paso
donde mis manos imaginadas
ya aprendieron tu contorno.
Viajeras tus caderas,
viajera tu espalda que respira sueños,
viajera la tibieza que dejas en el aire
cuando te abandonas al descanso
y tu piel florece, tibia y abierta,
como si la tarde entera te deseara.
Tu corazón descansa y brilla,
late como una lámpara viva
que acurruca la vida en su pulso,
mientras la lluvia, enamorada,
te roza con un color dorado.
Y mientras duermes,
tu cuerpo mece mis sueños de poesía,
sobrevolando Buenos Aires
con la belleza de tu calma desnuda,
bajo el último paraguas que parió un poema.

.jpeg)
