Aquel sensual vestido corto, sin breteles, verde agua y
ajustado, aquel sensual vestido engalanó la noche, las estrellas estaban más cerca que
nunca, nuestras manos se estiraron bromeando para agarrarlas y la luna llena,
sobre el verde campo nos acompañó en aquella hermosa velada inolvidable.
Él se desparramó debajo de la cama, el día agotador se
sentía en su profunda respiración que mantuvo a ritmo toda la noche sin darse
cuenta de nada de lo sucedido centímetros arriba de su cabeza o si, nunca lo sabré.
Arriba el hermoso brillar de su sola presencia iluminó la
noche de la oscura habitación, por donde solo se desdibuja su silueta, entre tenue luz que pasaba por las rendijas de la cortina que nos
dividía del afuera.
Aquella noche, como si fuera una espiga de trigo dorada y
esplendorosa, su cuerpo se deslizó entre mis brazos, marcando su presencia y
acentuando una vez más su ¡¡¡¡sí, aquí estoy …! ¡Aquí, soy yo.!!!!
Por un largo rato nos fundimos el uno en el otro, nos
entregamos sin tabúes ni prejuicios, recreamos un nuevo estallido,
para nuestra sutil y reciente historia, la cual iremos consensuando sin prisa,
momento tras momento, cuando a solas, vivimos un mundo que no es el mismo, que
día tras día compartimos con ustedes, el nuestro que recreamos solos, entre
ella y yo en cada encuentro.
Pasó el tiempo, volvimos a Buenos Aires y la rutina nos
devoró, el recuerdo de los días de campo quedaron arrumbados en el baúl de las
lindas nostalgias y los momentos inolvidables, la luna nos espera en un próximo
encuentro y las estrellas bailan esperándonos, cuando el destino decida y los
duendes acompañen nuestros sueños, estarán dadas las condiciones para volver a
soñar en la paz del campo, a metros de la luna, abrazados sin pudor.
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