Desolada y triste,
recordando en penas
los gratos momentos
que con usted pasó,
humedece almohadas
cada madrugada
entre los recuerdos
que usted le dejó.
Caballero,
cobarde de la tarde alegre,
se fue sin prejuicios
y sin avisar.
Las damas no deben sufrir,
¿o no le enseñaron
los duros cordones de patear la calle
que se debe hablar?
Son ellas las flores
de cada mañana
y no respetarlas
es de poco hombre.
Señor, caballero,
apréndalo ya,
pues su madre, hermana
o tal vez su hija,
pasen hoy o mañana algo similar.
Respete, si quiere ser respetado
y no haga daño,
tal vez se arrepienta
y sea ya tarde.
Ellas no se dañan,
compréndalo ya,
no mienta, no esconda.
Viva la realidad, es simple. . .
con la verdad.
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