Entre avenidas y verde,
arroyo y demolición,
un túnel que sigue el curso
de una larga discusión;
un convento, siete iglesias,
el bodegón y trece escuelas;
el recuerdo de dos cines,
fantasmas de la estación.
Yo voy y vengo en sus calles
después que se pone el sol,
pues me acompañan la luna,
la droga y mucho alcohol.
Y así es como es,
ese pedazo entrañable
de mi querida ciudad,
que va cayendo, de a poco,
rumbo a la Gral. Paz.
Saavedra: el patio, la esquina,
la barra, el rioba
y una avenida que, caprichosa,
viborea entre sus calles
y que derrama humedad.
También el amor que va,
que viene y que pasa,
sin detenerse... en ninguna esquina.
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