Aquel día
me detuve a mirarla,
el mundo parecía
casi de ella,
y nada le era imposible,
pero detrás de su piel
todo era diferente,
parecía un caramelo
líquido y dulce.
Los años pasaron,
hoy, entre cáscaras,
sueña y vuela al paraíso,
con lágrimas y
con la misma esencia,
pero con la experiencia
de haberse equivocado
y volver a empezar.
La miro, la observo
la escucho y, entre palabras,
le doy mi corazón,
en el silencio de la tarde
donde los gorriones
descansan la paz del día
y ella vuela entre ellos
para despèrtarlos.
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