viernes, 19 de mayo de 2017

*LA FLACA.

El ruido de los motores hacen que hablemos en voz más alta, los fierros van y vienen se caen, golpean y el ruido sigue y sigue durante todo el día, en la mesa, al lado del termo y el mate quedo el atado de cigarrillos y el teléfono celular abandonado por el ritmo del trabajo.
A las once decidí parar unos minutos y tomar algo, mate por supuesto, y escuche el tono de msj, al mirar tenía
mjse de dos llamadas perdidas y un de voz, escuche el mismo rápidamente era de ella, mi amiga, mi gran hermana de la vida, solo decía, dónde te metiste cheeee ¡¡!
Salí del ruidoso taller y la llamé: "Hola, perdido", escuché rápidamente. Es verdad hacía como una semana que no sabía de ella y, tras el reto, quedamos en vernos para conversar por la noche, mate por medio, en su casa. Eso de los mensajes de texto o el chat no es para jovatos como nosotros, él cara a cara con los amigos es indispensable (en eso coincidimos).
Después de la cena fui para allá y, luego del reto seguido del abrazo de siempre, comenzamos a conversar como hace más de cuarenta años lo venimos haciendo, desde que los pasillos de una escuela nos cruzaron en la vida vaya a saber uno por qué, quizás tenga razón Alberto, el arqui, y dios nos eligió para que un día juntos formáramos parte de un lugar con mucha historia a través del tiempo.
La flaca se va, sí. Después de una vida en medio del bullicio del tránsito, las demoras, el esmog, los ruidos de los autos las veinticuatro horas del día y la gran avenida, deja la ciudad, deja el microcentro y se va al sur. Sí, al sur, donde tantas veces le conté que anduve por ahí en los ochenta, nos deja para radicarse en Tierra del Fuego.
"Pará -le dije -, pará la moto, no entiendo nadaaa. Te vi hace diez días y no comentaste nada.
Hace unos días fuimos a cenar, conversamos de la vida, de la escuela, de los hijos de mil cosas, se hizo madrugada como de costumbre, pero ni palabra", y la flaca largó, abrió la canilla y el chorro salió con todo: había conocido por intermedio de una carta manuscrita al hombre de su vida, así cuenta ella y le creo, después de tantos años cómo no hacerlo, sé lo que dice, cómo y cuándo.
Un amigo en común que vive en Rió Grande hace muchísimos años le dio la dirección a un viejo conocido de él, nativo de la isla. Este buen hombre mandó su primera carta, por correo como se hacía antiguamente; ella leyó y desconfió; habló por teléfono con nuestro amigo, confirmó datos y comenzó un amor a distancia y por carta, que lleva ya casi un año. Luego llegaron fotos, las llamadas telefónicas muy largas (la flaca habla hasta con las orejas) y ahora decidió ir a vivir con él allá.
Me quedé mirándola sin decir palabra unos minutos, luego dije "es una locura, ¿por qué no se ven antes?"; "para qué", dijo, "está todo conversado, somos grandes".
Hablamos mucho, mucho, nos sorprendió el amanecer como tantas veces, pero esta era la última vez; los mates fueron eternos, los cafés inolvidables y todo sonaba a despedida.
Mañana la llevo al Aeroparque, su vuelo con destino Río Grande, sale a las ocho.
Pero en diciembre, si todo sale como conversamos, voy para allá y tomaremos mate los tres y seguramente conversaremos mucho, la flaca ya se comprometió a llevarme para que vuelva a recorrer la isla como hace años cuando el que vivía allá era yo y, por sobre todas las cosas, a no perder una linda amistad y hermandad de 43 años que comenzó después de un gran idilio de adolescentes en la puerta de un colegio.

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