Entre mis dedos
quedó enredado
tu cabello, jugando
mis yemas se escaparon
a recorrer sinuosamente
tu dorada y frágil piel,
y cual mariposa errante
me posé en tu cuerpo
para que el tuyo
jugara también.
Las suaves caricias
hicieron la noche,
tus labios, los míos
y la bella canción,
encendieron fuego
al llegar el día,
cuando siendo uno
bailamos los dos.
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