Azules virutas
de hierro quemado,
cincelan tu cuerpo desangrado,
en lágrimas guardadas
que solo encubren miedo y soledad.
Detrás de las nubes
el sol te ilumina,
pero tu ceguera
no te deja ver
el maravilloso resplandor
de los bellos colores
que la vida, a diario,
nos muestra al andar.
Hormiga viajera
de puerta tras puerta, viví.
No te escondas,
pues será tarde ya,
cuando de las nubes,
te quieran cantar,
el canto de la vida
que no quieres escuchar.
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