Culmina el sábado
de sueños y caricias,
entre almas
singulares al sol
de la primavera invernal.
Donde el Obelisco
perdió mágicamente
su punta mirando al cielo,
en un ensayo
de cultura visual
jamás imaginados por muchos.
Se fue la luna y,
al iluminar el otro continente,
aquí comenzó el día,
donde la soledad me acompaña
en la plaza solitaria . . .
Sosteniendo las correas,
acompañando los perros,
de lejos te observo,
mujer de los mil días,
envuelta en poemas
que nunca sabrás
que, a diario y en diagonal,
se escriben para y por ti
sobre las nubes del barrio
que me parió a las letras.
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