Debajo de la gran sombrilla
y contra la vieja pared,
en los cómodos sillones
de madera y lona,
pasando las horas,
despuntó el alba,
tu rostro alegre,
diáfano y fresco,
demostraba la sinceridad
de tu alma desnuda.
Pasaron las horas,
los días... el tiempo.
Hoy pasar por la vieja esquina
es ver tu rubio cabello,
sentir tu sonrisa,
escuchar tu voz,
y esperar
que el semáforo nos dé paso
para seguir pensando
si fue un sueño o realidad
la noche compartida.
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